La Organización de Naciones Unidas, asociación que durante años ha intentando sin éxito procurar la estabilidad y la paz a nivel mundial, y la Unión Internacional de Telecomunicaciones, cuyas reglas son burladas por potencias como EE.UU. con sus guerras tecnológicas, pretenden, con la ayuda de compañías privadas y empresas nacionales del campo de las telecomunicaciones y 300 mil millones de dólares, que todos los seres humanos sobre la tierra tengan al menos un teléfono a mano y, en un futuro lejano y con la ayuda de terminales satélites VSAT, puedan tener acceso a Internet en "cualquier momento del día".
Aunque semejante proyecto solo sería posible en un mundo donde estas instituciones tuvieran poder ante las grandes potencias capitalistas, esta idea de llevar las telecomunicaciones al último rincón del planeta es solo un proyecto utópico presentado en Ginebra y que será tan rápidamente aplicado como las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas.
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