¿Por qué XML cambia todo?

Casi todos oímos alguna vez (o varias) aquello de que Internet cambió mucho las cosas. Además de la unanimidad que recoge esta afirmación en la opinión pública, en los ámbitos específicos hoy ya casi nadie duda que esta situación significó, incluso, un aporte importante en el proceso de creación de la "aldea global". La Biblia dice que fueron errores humanos los que produjeron la variedad de lenguas de la Torre de Babel y nos condenaron a los idiomas y, desde nuestro punto de vista de desarrolladores, bien podríamos ver el mundo como la inmensa cantidad de computadoras que están conectadas entre sí (o van a estarlo en un momento adecuadamente próximo) y calificar de pecado de origen a la variedad de protocolos que andan dando vuelta por ahí (complicando cualquier intento de comunicación entre ellas). La reflexión apunta a que cada vez que necesitamos que Internet funcione "a lo Babel" (es decir, entienda el "idioma" de cada máquina o servidor de Internet, en este caso) realmente estamos muy cerca de desorientarnos y “perdernos” en la confusión y en los enredos. Para resolver esta cuestión se creó HTML, en épocas de una Internet primitiva (no me referiré a TCP/IP o a HTTP porque son "herramientas capilares", parte de la transmisión de la información y no de la información en sí) y hay que reconocer que resultó un lenguaje verdaderamente brillante, entre otras cosas porque todavía nos permite combinar la información específica con todos los elementos de su formato (el contenido y la manera de exhibirlo: con qué márgenes, tipografías, imágenes, etc.). De hecho, la mejor prueba de su eficacia no es otra que la enorme cantidad de gente que pudo (y puede) ponerse a trabajar con él y a generar la información y sus formatos.

HTML ha ido madurando y evolucionando y lo seguirá haciendo como la efectiva herramienta de presentación documental que es, pero Internet no puede seguir creciendo sin resolver la demanda de estandarización de mensajes y de definición de información (y cuando digo mensajes e información, estoy queriendo decir datos puros y acceso automatizado a ellos). Hoy aparecen en la red nuevos requerimientos que no podían haberse previsto en la Internet documental de los orígenes y nos encontramos con que su lenguaje básico (HTML) no nos da (obviamente) instrumentos para resolver un problema para enfrentar el cual no fue creado. Necesitamos una manera estándar de almacenar los datos con toda la riqueza que contienen y, además, que nos permita acceder a ellos programáticamente (para poder relacionar procesos entre los distintos nodos de la red).

Una empresa tiene inevitablemente esparcida su información en ámbitos diversos (desde computadoras de escritorio hasta la red global, pasando por intranets y redes locales) y aplicaciones heredadas útiles cuya transformación en cualquier dirección (plataforma de desarrollo, entorno operativo, etc.) no tiene sentido y debe poder hacer algo con todo eso. Y no sólo “algo” sino “algo que le sea de utilidad práctica”, ya que en el mercado actual la información se cotiza como el más estratégico de los recursos. Esta confusión y proliferación es tan inevitable como rica y, crisis económica de por medio, la idea de rehacer todo un conjunto que resulta tan adecuado como funcional no puede considerarse una propuesta válida, como podría haber parecido en un primer instante.

Y no estamos hablando de mostrar información sino de integrar procesos mediante esa información. En consecuencia, no es un lenguaje lo que estamos necesitando sino un meta-lenguaje, una manera de estructurar que nos permita generar la sintaxis adecuada para cada situación. Nos hace falta una base que defina un lenguaje que resulte comprensible programáticamente, para cualquier aplicación, a través de toda Internet. Y eso exactamente es XML, el camino que nos permite construir estructuras ricas, tanto sea extensibles como de definición estricta. Por eso XML cambia todo, porque nos abre la puerta a otra forma de comunicarnos y de trabajar, que va a ser imprescindible en los próximos años.

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