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Publicado el 10 de Abril del 2018
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7 paginas
Creado hace 15a (28/08/2008)
Por qué el software no debe tener

propietarios

por Richard Stallman

Las tecnologías digitales de la información ayudan al mundo haciendo que sea
más fácil copiar y modificar información. Los ordenadores prometen hacer esto
de forma más sencilla para todos.

No todo el mundo quiere que esto sea más fácil. El sistema de copyright
permite que los programas de software tengan «propietarios», la mayor parte
de los cuales pretende privar al resto del mundo del beneficio potencial del
software. Los propietarios desearían ser los únicos que pueden copiar y
modificar el software que usamos.

El sistema de copyright se desarrolló con la imprenta —una tecnología usada
para la producción masiva de copias. El copyright se ajustaba bien a esta
tecnología puesto que restringía sólo a los productores de copias en masa. No
privaba de libertad a los lectores de libros. Un lector cualquiera, que no
poseyera una imprenta, sólo podía copiar libros con pluma y tinta, y a pocos
lectores se les ponía un pleito por ello.

Las tecnologías digitales son más flexibles que la imprenta: cuando la
información adopta forma digital, puedes copiarla fácilmente para compartirla
con otros. Es precisamente esta flexibilidad la que se ajusta mal a un sistema
como el del copyright. Esa es la razón del incremento de medidas odiosas y
draconianas ahora usadas para hacer cumplir el copyright del software. Toma,
por ejemplo, estas cuatro prácticas de la Software Publishers Association, SPA
[Asociación de Editores de Software]:

• Propaganda masiva afirmando que está mal desobedecer a los

propietarios para ayudar a un amigo.

• Solicitar a la gente que se convierta en soplona para delatar a sus

colegas y compañeros de trabajo.

• Redadas (con ayuda policial) en oficinas y escuelas, en las que se dice a

la gente que debe probar que es inocente de hacer copias ilegales.

• El proceso judicial —iniciado por el gobierno de los EEUU, a petición de la
AES— a personas como David LaMacchia del MIT, 2 no por copiar
software —no se le acusa de copiarlo—, sino meramente por dejar sin
vigilancia equipos de copia y no controlar su uso.

Cada una de estas cuatro costumbres se asemejan a aquellas usadas en la
antigua Unión Soviética, donde todas las máquinas de copiar tenían un
vigilante para impedir que se hicieran copias prohibidas, y donde las personas
tenían que copiar información en secreto y pasarla de mano a mano como
samizdat. Por supuesto hay una diferencia: el motivo para el control de
información en la Unión Soviética era político; en los EEUU el motivo es el
beneficio económico. Pero son las acciones las que nos afectan, no el motivo.
Cualquier intento de coartar el hecho de que se comparta la información, sin

importar por qué, lleva a los mismos métodos y a la misma dureza.

Los propietarios hacen uso de distintos argumentos para que se les conceda el
control de cómo usamos la información:
Insultos
Los propietarios usan palabras difamatorias como «piratería» y «robo», al igual
que terminología experta como «propiedad intelectual» y «daño», para sugerir
una cierta línea de pensamiento al público —una analogía simplona entre los
programas y los objetos físicos.

Nuestras ideas e intuiciones acerca de la propiedad sobre los objetos
materiales tratan acerca de si es justo privarle a alguien de un objeto. No se
aplican directamente a hacer copias de algo. Pero los propietarios nos piden
que apliquemos estas ideas de todas formas.
Exageración
Los propietarios dicen que sufren un «daño» o «pérdida económica» cuando los
usuarios copian programas por su cuenta. Pero copiar no tiene un efecto
directo sobre el propietario, y no hace daño a nadie. El propietario sólo puede
perder si la persona que hizo la copia hubiese pagado por otra del propietario
en


lugar.



su



Un poco de reflexión muestra que la mayoría de esas personas no habrían
comprado copias. Aun así los propietarios calculan sus «pérdidas» como si
todos y cada uno hubiesen comprado una copia. Esto es una exageración —por
decirlo de forma suave.
La ley
Los propietarios a menudo describen el estado actual de la ley, así como las
duras sanciones con las que nos amenazan. Implícita en este enfoque va la
sugerencia de que la ley actual refleja un punto de vista moral incuestionable
—y aun así al mismo tiempo, se nos insta a considerar estas sanciones como
hechos naturales por los que no se puede responsabilizar a nadie.

Esta línea de persuasión no está diseñada para reafirmar el pensamiento
crítico; está concebida para reforzar un camino mental ya trazado.

Es evidente que las leyes no distinguen lo que está bien de lo que está mal.
Todo americano debería saber que, hace cuarenta años, en muchos estados
iba contra la ley que una persona de raza negra se sentase en la parte frontal
del autobús; pero solamente los racistas dirían que sentarse ahí no estaba
bien.
Derecho natural
Los autores a menudo apelan a una conexión especial con los programas que
han escrito y añaden que, en consecuencia, sus deseos e intereses respecto al
programa simplemente prevalecen sobre los de cualquier otra persona —o
incluso sobre los del resto del mundo. (Normalmente son las empresas, no los
autores, los que detentan el copyright sobre el software, pero se espera de
nosotros que ignoremos esta diferencia.)

Para los que presentan esto como un axioma ético —el autor es más
importante que tú— sólo les puedo decir que yo mismo, un notable autor de
software, lo considero una tontería.

Sin embargo, la gente, por lo general, sólo suele sentir alguna afinidad hacia
las pretensiones basadas en el derecho natural debido a dos razones.

Una razón viene de una analogía forzada entre el software y los objetos
materiales. Cuando yo cocino espaguetis, me quejo si otra persona se los
come, porque entonces yo ya no me los puedo comer. Su acción me perjudica
exactamente tanto como lo que le beneficia a él; sólo uno de nosotros se
puede comer los espaguetis, así que la pregunta sería, ¿quién? La más mínima
distinción entre nosotros es suficiente para inclinar la balanza ética.

Pero el hecho de que tú ejecutes o modifiques un programa que yo he escrito
te afecta a ti directamente y a mí sólo indirectamente. Si tú le das una copia a
tu amigo te afecta a ti y a tu amigo mucho más que lo que me afecta a mí. Yo
no debería tener el poder de decirte que no hagas estas cosas. Nadie debería.

La segunda razón es que a la gente se le ha dicho que el derecho natural de los
autores sen una tradición indiscutida y aceptada en nuestra sociedad.

Desde un punto de vista histórico, lo cierto es lo contrario. La idea del derecho
natural de los autores fue propuesta y decididamente rechazada cuando se
redactó la Constitución de los EEUU. Ésa es la razón por la que la Constitución
sólo permite un sistema de copyright y no obliga a que exista otro; por esa
razón dice que el copyright debe ser temporal. Establece asimismo que el
propósito del copyright es promocionar el progreso —no recompensar a los
autores. El copyright recompensa a los autores en cierta medida, y a los
editores más, pero está concebido como un medio para modificar su
comportamiento.

La tradición realmente establecida de nuestra sociedad es que el copyright
recorta los derechos naturales del público —y que esto sólo se puede justificar
por el bien del público.
Economía
El último argumento que se emplea para justificar la existencia de propietarios
de software es que esto conduce a la producción de más software.

A diferencia de los demás, éste argumento por lo menos adopta un enfoque
legítimo sobre el tema. Se basa en un objetivo válido —satisfacer a los usuarios
de software. Y empíricamente está claro que la gente producirá más de algo si
se les paga bien por ello.

Pero el argumento económico tiene un defecto: se basa en la presunción de
que la diferencia es sólo cuestión de cuánto dinero debemos pagar. Asume que
la «producción de software» es lo que queremos, tenga el software propietarios
o no.

La gente acepta gustosamente esta presunción por que está de acuerdo con
nuestra experiencia acerca de los objetos materiales. Consideremos por

ejemplo un bocadillo. Es posible que puedas conseguir un bocadillo equivalente
ya sea gratis, ya por un precio. Si es así, la cantidad que pagas es la única
diferencia. Tanto si lo tienes que comprar como si no, el bocadillo tiene el
mismo sabor, el mismo valor nutricional, y en cualquier caso te lo puedes
comer sólo una vez. El hecho de si el bocadillo lo obtienes de un propietario o
no, no puede afectar directamente a nada más que la cantidad de dinero que
tienes después.

Esto es cierto para cualquier objeto material —el hecho de que tenga o no
tenga propietario no afecta directamente a lo que es, o a lo que puedas hacer
con ello si lo adquieres.

Pero si un programa tiene un propietario, esto afecta en gran medida a lo que
es, y a lo que puedes hacer con una copia si la compras. La diferencia no es
sólo una cuestión de dinero. El sistema de propietarios de software incentiva a
los propietarios de software a producir algo —pero no lo que la sociedad
realmente necesita. Y causa una contaminación ética intangible que nos afecta
a todos.

¿Qué es lo que la sociedad necesita? Necesita información que esté
verdaderamente a disposición de sus ciudadanos —por ejemplo, programas
que la gente pueda leer, arreglar, adaptar, y mejorar, no solamente ejecutar.
Pero lo que los propietarios de software ofrecen de forma característica es una
caja negra que no po
  • Links de descarga
http://lwp-l.com/pdf10293

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