Los efectos del Coronavirus ha afectado seriamente a la cadena global de suministros y uno de los mayores problemas al que se enfrenta la industria de la electrónica es la escasez de semiconductores. Conseguir memorias o procesadores se ha convertido en algo muy complicado. Se ha convertido en común que los fabricantes de dispositivos tengan que esperar meses y pagar más por hacerse con las unidades necesarias para seguir con sus producciones. Esto se traduce en menos disponibilidad de productos y más altos precios.
La compañía taiwanesa Asustek explica que en estos momentos la oferta es de entre un 25% y un 30% menor que la demanda y que el equilibrio no llegará hasta finales de este año. La escasez de componentes pasará factura a muchas marcas de electrónica en 2020.
Por ejemplo, la compañía Samsung ha reconocido que tendrá un efecto negativo en las ventas de teléfonos Galaxy. Justamente este año estaba previsto el lanzamiento de una nueva versión del Galaxy Note. La cancelación del producto aliviaría la presión sobre los Galaxy S21, lanzados a finales de enero.
La escasez se debe principalmente a la combinación de tres factores, relacionados de una forma u de otra con la pandemia. Primero, durante parte de 2020, muchas de las fábricas de semiconductores de empresas como TSMC o Samsung tuvieron que pausar sus operaciones por la cuarentena. Segundo, la necesidad de trabajar desde casa ha disparado las ventas de PC, smartphones, tabletas y accesorios como webcams. Y tercero, durante los últimos años la industria de semiconductores había logrado una eficiencia sorprendente, con procesos de fabricación y distribución que garantizaban el suministro sin crear exceso de inventario. El aumento inesperado de la demanda ha puesto patas arriba este sistema. Actualmente no hay memorias y chips para la cantidad de dispositivos que se necesitan y se desean fabricar.
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