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Actualizado el 27 de Agosto del 2018 (Publicado el 25 de Junio del 2017)
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13 paginas
Creado hace 23a (01/07/2000)
Cooperación sin mando:

una introducción al software libre

Miquel Vidal

[email protected]

Resumen

En las siguientes líneas explicaré algunos de los rasgos del movimiento del software libre, su
modelo de desarrollo y el alcance político, ético y económico de su apuesta. Trataré de hacer una
breve genealogía del movimiento, destacando sus rasgos singulares y lo que puede haber más
allá del mismo, proponiendo algunas líneas de debate y señalando algunos de sus interrogantes.

Si bien el software libre no es un fenómeno nuevo ya que existe desde los orígenes de la in-
formática, sí es relativamente reciente su modelo cooperativo de producción en red —el llamado
modelo bazar— y el movimiento social que lo avala —la comunidad del software libre—. No ha sido
hasta los últimos cinco años en que, ligado a la extensión de Internet y a la popularización de los
ordenadores personales, el movimiento del software libre ha alcanzado su masa crítica, ha dejado
de ser sólo cosa de algunos programadores y se ha convertido en un fenómeno de cooperación social
liberada. En la época de la subsunción real de la totalidad de las fuerzas productivas bajo el capital,
en la cual todo acaba valorizado en términos mercantiles, las empresas han tardado en advertirlo
pero finalmente se han lanzado a la caza y captura de esta increíble máquina productiva, tal vez la
mayor empresa colectiva que existe hoy día. ¿Qué es pues el software libre, que tanto interés está
empezando a despertar?

1 ¿Qué es el software?

El software es una producción inmaterial del cerebro humano y tal vez una de las estructuras más
complicadas que la humanidad conoce. De hecho, los expertos en computación aún no entienden del
todo cómo funciona, su comportamiento, sus paradojas y sus límites.1 Básicamente, el software es un
plan de funcionamiento para un tipo especial de máquina, una máquina “virtual” o “abstracta”. Una
vez escrito mediante algún lenguaje de programación, el software se hace funcionar en ordenadores,
que temporalmente se convierten en esa máquina para la que el programa sirve de plan. El software
permite poner en relación al ser humano y a la máquina y también a las máquinas entre sí. Sin
ese conjunto de instrucciones programadas, los ordenadores serían objetos inertes, como cajas de
zapatos, sin capacidad siquiera para mostrar algo en la pantalla.

1El empeño por crear procesos computacionales cada vez más mecanizados y “autoconstructivos” nos ofrece
algunos ejemplos de esos límites, que son los de la lógica. Gracias al genial matemático Kurt G¨odel, se conocen bien
algunos de esos límites en la noción de recursión, parte fundamental de la informática moderna. Uno de ellos es la
irresolubilidad del “problema de la detención”, que consiste en decidir, dado un ordenador arbitrario provisto de un
programa y de unos datos arbitrarios, si llegará a detenerse o si quedará atrapado en un bucle infinito. Otro es la
demostración de que ningún programa que no altere el sistema operativo de un ordenador será capaz de detectar
todos los programas que sí lo hagan (por ejemplo, los virus).

1

Los ordenadores sólo procesan lenguaje binario,2 pero para las personas este no es un modo
válido de comunicarse (salvo a nivel sináptico :-). Si bien en los tiempos heroicos de los primeros or-
denadores no les quedaba otro remedio que hacerlo, los programadores hace mucho que no escriben
su código en lenguaje binario (denominado técnicamente “código-máquina”), pues es terriblemente
tedioso, improductivo y muy sujeto a errores. Hace tiempo que los programadores escriben las ins-
trucciones que ha de ejecutar el procesador de la máquina mediante lenguajes formales, llamados
“de alto nivel”, bastante cercanos al inglés, si bien con rígidas reglas sintácticas que lo asemejan a
los lenguajes lógico-formales. Esto facilita enormemente la tarea de escribir programas pero, para
que esas instrucciones sean comprensibles para el procesador, deben ser convertidas antes a código-
máquina. Esa conversión se realiza cómodamente con programas especiales, llamados compiladores.
A lo que escribe el programador se le denomina “código-fuente”. Al resultado de la “conversión”
(compilación) en lenguaje-máquina, se le denomina “código-objeto”, “binarios” o “ficheros eje-
cutables”. En principio, al usuario común sólo le importa este último nivel, los “binarios”, pero
conviene tener clara la distinción entre fuentes y binarios pues es clave para entender el empeño de
los partidarios del software libre en disponer de las fuentes.

Pero el software libre es mucho más que el derecho de los programadores y de los hackers3 a dis-
poner de las fuentes del código: significa también la libertad de copiar y redistribuir esos programas.
Esos derechos, o su ausencia, condicionan a cualquiera que use un ordenador y han configurado la
industria del software y de la informática tal y como la conocemos hoy día. También ha dado lugar
a un movimiento social —el del software libre— cuya historia reconstruiremos brevemente en las
próximas líneas.

2 Los inicios

En la informática de los años sesenta y setenta y en la cultura hacker que surgió en torno a ella,
se disponía libremente de las herramientas necesarias y del código fuente de la gran mayoría de los
programas. La colaboración forma parte desde antiguo de los hábitos de la comunidad científica y
además, ante la diversidad de plataformas, era necesario disponer del código cuando se adquiría el
programa para poder portarlo al hardware de cada cual. Era tan normal como compartir recetas de
cocina y ni siquiera se hablaba de “software libre”, pues todo el que quería programar se beneficiaba
de ello y veía lógico que los demás se pudiesen beneficiar a su vez. Los hackers copiaban los
programas, intercambiaban sus fuentes, podían estudiarlas, evaluarlas, adaptarlas a sus necesidades
y a su hardware, reutilizaban una parte del código para hacer nuevos programas. . . El desarrollo
de bienes públicos basados en ese modelo fue exponencial hasta el punto de que gran parte de la
tecnología en la que se basa hoy Internet —desde el sistema operativo unix hasta los protocolos de
red— procede de esos años.

Pero, a principios de los años ochenta, ese modelo entra en crisis, y rápidamente comienza a
emerger un modelo privatizador y mercantilista. Los ordenadores, hasta entonces escasos, caros y
poco potentes, se hacen asequibles, cada vez más baratos y potentes y aparece un nuevo negocio,
el de los productores de software. Los programas se empezaron a vender como productos comer-
ciales independientes de las máquinas y sólo con el código binario, para ocultar las técnicas de

2O sea, basado en dos estados, conocidos universalmente como “bits” (binary digits). La lógica binaria no es una
limitación ontológica de las máquinas, de hecho algunos de los primeros ordenadores, como el eniac, operaban en
base 10. Si los ordenadores se construyen con arquitectura biestable es porque resultan mucho más sencillos y baratos
de fabricar que si ese mismo hardware estuviese obligado a instanciar diez estados distintos.

3A lo largo de este artículo usaré el término hacker no en el sentido massmediático y distorsionado de “pirata
informático”, sino en su acepción original, tal y como la define por ejemplo Eric Raymond: “Existe una comunidad,
una cultura compartida, de programadores expertos y gurús de redes, cuya historia se puede rastrear décadas atrás,
hasta las primeras minicomputadoras de tiempo compartido y los primigenios experimentos de arpanet. Los miembros
de esta cultura acuñaron el término hacker. Los hackers construyeron la Internet. Los hackers hicieron del sistema
operativo unix lo que es en la actualidad. Los hackers hacen andar Usenet. Los hackers hacen que funcione la www.
Si tú eres parte de esta cultura, si tú has contribuido a ella y otra gente te llama hacker, entonces tú eres un hacker.”

2

programación a la competencia. La nueva industria del software comienza a apoyarse en la legis-
lación sobre propiedad intelectual. El mundo unix se fragmenta en diversas versiones privatizadas
y progresivamente incompatibles entre sí, que los programadores no pueden modificar. Lo que era
práctica habitual, se convirtió en un delito: el hacker que compartía el código y cooperaba con otras
personas pasó a ser considerado un “pirata”.

Al tiempo que los sistemas van haciéndose incompatibles entre sí, la comunidad de investigadores
se va desmembrando poco a poco. Muchos hackers ficharon por empresas y firmaron contratos en
los que se comprometían a no compartir con nadie de fuera los “secretos de fabricación” (el código
fuente). Por su parte, los laboratorios de investigación comenzaron a hacer lo mismo y obligaban
a sus hackers a suscribir el mismo tipo de cláusulas. Para cerrar el círculo, los compiladores, los
depuradores, los editores y demás herramientas imprescindibles para programar eran propietarios
y se vendían a precios respetables: se trataba de que la programación “de verdad” sólo estuviese
en manos de la naciente industria de software.

Hubo hackers que no aceptaron esta nueva situación y continuaron con sus prácticas pero
parecía solo una cuestión de tiempo que la industria del software propietario arrinconara y dejara
definitivamente fuera de la ley la cultura cooperativa y confiada de las primeras comunidades de
hackers.4 Este contexto sirve de base y explica el auge posterior del imperio Microsoft y similares:
estaba naciendo el negocio del software propietario y la próspera industria de los ordenadores
personales.

3 El proyecto GNU

Son los primeros años ochenta y seguiré la pista de algunos de esos programadores que habían co-
nocido la vieja cultura hacker de los años setenta y que no se plegaron a los designios privatizadores
de la industria del software.5 De hecho, consideraron la priva
  • Links de descarga
http://lwp-l.com/pdf4685

Comentarios de: Cooperación sin mando: una introducción al software libre (1)

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25 de Mayo del 2018
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Muy , pero muy bueno el articulo, FELICIDADES.
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