PDF de programación - En el principio... fue la línea de comandos

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Publicado el 14 de Diciembre del 2018
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Creado hace 17a (29/11/2006)
En el principio... fue la línea de comandos

(Capítulos escogidos)

Por

Neil Stephenson

Introducción

Hace cerca de veinte años a Jobs y Wozniak, los fundadores de Apple, se les ocurrió la muy
extraña idea de vender máquinas de procesamiento de información para uso doméstico. El negocio
despegó, y sus fundadores hicieron un montón de dinero y recibieron el crédito que merecían como
osados visionarios. Pero sobre la misma época, a Bill Gates y Paul Allen se les ocurrió una idea
todavía más extraña y fantasiosa: vender sistemas operativos de ordenador. Esto era mucho más
extraño que la idea de Jobs y Wozniak. Un ordenador por lo menos tenía cierta realidad física.
Venía en una caja, podía abrirse y enchufarse y se podía ver cómo parpadeaban las luces. Un
sistema operativo no tenía ninguna encarnación tangible. Venía en un disco, claro, pero el disco no
era, a todos los efectos, más que la caja que contenía el sistema operativo. El producto mismo era
una serie muy larga de unos y ceros que, cuando se instalaba y se cuidaba bien, te daba la
capacidad de manipular otras series muy largas de unos y ceros. Incluso los pocos que de hecho
comprendían qué era un sistema operativo de ordenador posiblemente pensaban en ello como un
prodigio increíblemente complicado de la ingeniería, como un reactor o un avión espía U-2, y no
algo que pudiera llegar a ser (en la jerga de la alta tecnología) productizado.

Pero ahora la compañía que fundaron Gates y Allen vende sistemas operativos como Gillette
vende hojas de afeitar. Se lanzan nuevas versiones de sistemas operativos como si fueran películas
de Hollywood, con el respaldo de celebridades, apariciones en talk shows, y giras mundiales. Su
mercado es lo bastante vasto como para que la gente se preocupe de si ha sido monopolizado por
una compañía. Incluso los menos inclinados a la técnica de nuestra sociedad tienen ahora al menos
una idea nebulosa de lo que hacen los sistemas operativos; lo que es más, tienen fuertes opiniones
sobre sus méritos relativos. Es ya un conocimiento compartido el que, si tienes un software que
funciona en tu Macintosh, y lo pasas a una máquina Windows, no funciona. Esto sería, de hecho, un
error risible e idiota, como clavar herraduras en las ruedas de un coche.

Una persona que entrara en coma antes de la fundación de Microsoft y despertara hoy,

tomaría el New York Times de esta mañana y no entendería nada -- casi:

Ítem: el hombre más rico del mundo hizo su fortuna a partir de ¿qué? ¿Ferrocarriles? ¿Buques?
¿Petróleo? No, sistemas operativos. Ítem: el Departamento de Justicia está investigando el supuesto
monopolio en sistemas operativos de Microsoft con herramientas legales que se inventaron para
restringir el poder de los jefes de bandas de ladrones del siglo diecinueve.

Ítem: una amiga mía me contó recientemente que había interrumpido un (hasta entonces)
estimulante intercambio de e-mails con un joven. Al principio parecía un tipo tan inteligente e
interesante, dijo, pero luego empezó a ponerse en plan PC-contra-Mac. ¿Qué diablos está pasando
aquí? Y ¿tiene futuro el negocio de los sistemas operativos, o sólo pasado? Ésta es mi opinión, que
es completamente subjetiva; pero dado que me he pasado bastante tiempo no sólo usando, sino
programando en Macintosh, Windows, Linux y los BeOS, tal vez no sea tan desinformada como para
carecer completamente de valor. Éste es un ensayo subjetivo, más crítica que artículo de
investigación, y puede parecer injusto o sesgado comparado con lo que se puede encontrar en las
revistas de PC. Pero desde que salió el Mac, nuestros sistemas operativos están basados en
metáforas, y, por lo que a mí respecta, es legítimo cuestionar cualquier cosa con metáforas dentro.

Descapotables, tanques, y batmóviles

En la época en que Jobs, Wozniak, Gates, y Allen estaban soñando estos planes inverosímiles,
yo era un adolescente que vivía en Ames, Iowa. El padre de uno de mis amigos tenía un viejo
descapotable oxidándose en el garaje. A veces de hecho conseguía que arrancara y cuando lo hacía
nos llevaba a dar una vuelta por el barrio, con una expresión memorable de salvaje entusiasmo
juvenil en la cara; para sus preocupados pasajeros, era un loco, tosiendo y renqueando por Ames,
Iowa y tragándose el polvo de oxidados Gremlins y Pintos, pero en su propia imaginación él era
Dustin Hoffman cruzando el Puente de la Bahía con el cabello al viento.

Mirando atrás, esto me reveló dos cosas acerca de la relación de las personas con la
tecnología. Una fue que el romanticismo y la imagen influyen mucho sobre su opinión. Si lo dudan
(y tienen un montón de tiempo libre), pregúntenle a cualquiera que tenga un Macintosh y que por
ello imagina ser miembro de una minoría oprimida.

El otro punto, algo más sutil, fue que la interfaz es muy importante. Claro que aquel
deportivo era un coche malísimo en casi cualquier aspecto importante: pesado, poco fiable, poco
potente. Pero era divertido conducirlo. Respondía. Cada guijarro de la carretera se sentía en los
huesos, cada matiz en el asfalto se transmitía instantáneamente a las manos del conductor. Podía
escuchar al motor y saber qué fallaba. El volante respondía inmediatamente a las órdenes de las
manos. Para nosotros los pasajeros, era un ejercicio fútil de no ir a ningún lado más o menos tan
interesante como mirar por encima del hombro de alguien que mete números en una hoja de
cálculo. Pero para el conductor era una experiencia. Durante un breve tiempo, estaba expandiendo
su cuerpo y sus sentidos en un ámbito más amplio, y haciendo cosas que no podía hacer sin ayuda.

La analogía entre coches y sistemas operativos es bastante buena, así que permítanmente
seguir con ella durante un rato, como modo de dar un resumen sumario de nuestra situación hoy en
día.

Imagínense un cruce de carreteras donde hay cuatro puntos de venta de coches. Uno de ellos
(Microsoft) es mucho, mucho mayor que los demás. Comenzó hace años vendiendo bicicletas de tres
velocidades (MS-DOS); no eran perfectas, pero funcionaban, y cuando se rompían se arreglaban
fácilmente.

Enfrente estaba la tienda de bicicletas rival (Apple), que un día empezó a vender vehículos
motorizados -- coches caros, pero de estilo atractivo, con los mecanismos herméticamente
sellados, de tal modo que su funcionamiento era algo misterioso.

La tienda grande respondió apresurándose a sacar un kit de actualización (el Windows
original) al mercado. Éste era un dispositivo que, cuando se atornillaba a una bicicleta de tres
velocidades, le permitía seguir, a duras penas, el ritmo de los coches Apple. Los usuarios tenían
que usar gafas de protección y siempre estaban sacándose bichos de los dientes mientras los
usuarios de Apple corrían en su confort herméticamente sellado, burlándose por las ventanillas.
Pero los Micro-motopedales eran baratos, y fáciles de reparar comparados con los coches Apple, y
su cuota de mercado creció.

Al final la tienda grande acabó por sacar un coche en toda regla: un station wagon colosal
(Windows 95). Tenía el encanto estético de un bloque soviético de viviendas para obreros, perdía
aceite y le estallaban las bujías, y fue un éxito tremendo. Poco tiempo después, sacaron también
un enorme vehículo pesado destinado a los usuarios industriales (Windows NT), que no era más
bonito que el station wagon, y sólo algo más fiable.

Desde entonces ha habido un montón de ruido y gritos, pero poco ha cambiado. La tienda
pequeña sigue vendiendo elegantes sedanes de estilo europeo y gastándose mucho dinero en
campañas publicitarias. Tienen carteles de ¡Liquidación! puestos en el escaparate desde hace tanto
tiempo que ya están amarillos y arrugados. La tienda grande sigue fabricando station wagon y
vehículos pesados, cada vez más y más grandes.

Al otro lado de la carretera hay dos competidores que llegaron más recientemente. Uno de
ellos, (Be Inc.) vende Batmóviles plenamente operativos (los BeOS). Son más bonitos y elegantes

incluso que los eurosedanes, mejor diseñados, más avanzados tecnológicamente, y al menos tan
fiables como cualquier otra cosa en el mercado - y sin embargo son más baratos que los demás.

Con una excepción, claro: Linux, que está enfrente mismo, y que no es un negocio en
absoluto. Es un conjunto de tiendas de campaña, yurtas, tipis, y cúpulas geodésicas levantadas en
un prado y organizadas por consenso. La gente que vive allí fabrica tanques. No son como los
anticuados tanques soviéticos de hierro forjado; son más parecidos a los tanques M1 del ejército
americano, hechos de materiales de la era espacial y llenos de sofisticada tecnología de arriba
abajo. Pero son mejores que los tanques del ejército. Han sido modificados de tal modo que nunca,
nunca se averían, son lo bastante ligeros y maniobrables como para usarlos en la calle, y no
consumen más combustible que un coche compacto. Estos tanques se producen ahí mismo a un
ritmo aterrador, y hay un número enorme de ellos alineados junto a la carretera con las llaves
puestas. Cualquiera que quiera puede simplemente montarse en uno y marcharse con él gratis.

Los clientes llegan a este cruce en multitudes, día y noche. El noventa por ciento se van
derechos a la tienda grande y compran station wagon o vehículos pesados. Ni siquiera miran las
otras tiendas.

Del diez por ciento restante, la mayoría va y compra un elegante eurosedán, deteniéndose
sólo para mirar por encima del hombro a los filisteos que compran station wagon y vehículos para
circulación fuera de carretera. Si acaso llegan a fijarse siquiera en la gente al otro lado de la
carretera, vendiendo los vehículos más baratos y técnicamente superiores, estos clientes los
desprecian, considerándolos lunáticos y descerebrados.

La tienda de Batmóviles vende unos pocos veh
  • Links de descarga
http://lwp-l.com/pdf14523

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